Durante los últimos meses, el orfebre Ramón León Losquiño ha procedido a la restauración de la corona de plata sobredorada obra del artista trianero Jesús Domínguez Vázquez, la cual le fue impuesta a la Santísima Virgen por el entonces obispo auxiliar José María Cirarda Lachiondo durante el besamano del mes de diciembre del año 1963. Es la presea con la que procesionó la Señora desde entonces hasta su coronación canónica pontificia en 1984.
Las líneas generales del diseño de esta pieza se inspiran en la realizada por Gabriel Medina en 1939, pero con más riqueza y gracia. En su base y en el interior posee dos inscripciones: “ESPERANZA NUESTRA” y “AÑO DE GRACIA DE 1963, SEVILLA, J. DOMÍNGUEZ VÁZQUEZ”. Así mismo, la corona está compuesta por un canasto dividido en ocho partes que protagonizan cartelas con óvalos en los tres frontales. Dichos óvalos llevan piedras denominadas ojo de tigre. A su vez, el aro del referido canasto tiene tres cabezas de querubines realizados en marfil y está dividido en ocho partes, seis de las cuales se rematan por su correspondiente imperial.
La ráfaga se desarrolla con decoración vegetal, incorporando dos querubines en marfil y el escudo, que es el anterior al de la fusión con la sacramental, en el centro realizado en esmaltes. Alterna grupos de siete rayos con decoración vegetal rematada en llama que da salida a las estrellas en número de dieciocho, como dieciocho son las perlas repartidas por la banda decorativa intermedia. Remata todo el conjunto el orbe con meridiano engastado de circonitas y la cruz, enriquecida con piedras verdes, rubíes y perlas. La amparan dos pequeños ángeles de marfil. Sobre la cruz cabe resaltar que fue un regalo de la Hermandad de la O, entregado en nombre de la misma por quien fuera hermano nuestro y hermano mayor de la citada corporación de la calle Castilla, Ramón Martín Cartaya, siendo un hermano de éste, Vicente, quien la diseñó y realizó. Durante varios años, esta cruz original fue reemplazada por otra más pequeña, utilizándose ésta a modo de cruz pectoral.
La presea, antes de esta última intervención por parte de León Losquiño, presentaba pérdida del baño de oro, prácticamente inexistente, así como deterioro de los muelles de las estrellas, suciedad en los marfiles y cierta inestabilidad por falta de sujeción del refuerzo interior del grupo de imperiales. A su vez, el ancla que pende en el interior de la corona, bajo los imperiales, había perdido algunas de las piedras verdes que lleva engastadas. Así pues, se ha procedido al desmontaje de todas las piezas y elementos de joyería. En el caso de las piezas de marfil, se reservaron tras proceder a su limpieza. Igualmente, se ha realizado también muelles nuevos a las estrellas, conservando el mismo sistema de sujeción. A la citada ancla del interior se le han repuesto las piedras perdidas con la misma tonalidad de las que conservaba. Tras pulir todas las partes, se ha acometido su dorado mediante baño de oro de 24 quilates y tres micras de grosor.