Después de tres largos años, Nuestra Señora de la Esperanza regresará esta noche a la casa de su madre y abuela de Dios, la Real Parroquia de Señora Santa Ana, para celebrar allí, como es costumbre, el septenario doloroso en su honor, culto que el pasado año, ante la situación sanitaria, hubo de celebrarse en nuestra propia Capilla de los Marineros y que hace dos, incluso, tuvo que ser suspendido ante la declaración del primer estado de alarma.
En este regreso a una normalidad casi plena, Nuestra Señora luce para la ocasión la saya blanca bordada magistralmente por las hermanas Ángeles y Carmen Martín Cruz en 1968, y estrena el enriquecimiento del manto denominado del «Ave María», en el que se aprovechan bordados antiguos provenientes de la cenefa del techo de palio del taller de Olmo de 1918 y de las bambalinas del Convento de Santa Isabel de 1951, confeccionándose este manto como tal en 1984 en el taller de Caro, y siendo restaurado, enriquecido y pasado a nuevo terciopelo, ahora de color morado, por el taller de Charo Bernardino, cuyas labores concluyeron a inicios del presente año, siendo el autor del diseño de la ampliación del dibujo de esta pieza nuestro hermano Francisco Javier Sánchez de los Reyes.
Por otra parte, la toca de sobremanto es la de Benjamín Pérez, bordada por este autor en 1989 y que fuese donada por la coronación canónica pontificia, celebrada el 2 de junio de 1984.
Finalmente, sobre sus sienes porta la Esperanza la corona de plata sobredorada labrada en el taller del orfebre Jesús Domínguez en 1963, y que le fuese impuesta a la Señora en diciembre de aquel año por monseñor José María Cirarda Lachiondo, obispo auxiliar de Sevilla por aquel entonces.