Queridos hermanos y hermanas:
El pasado 13 de junio, el papa Francisco hacía público un mensaje titulado “No amemos de palabra sino con obras”. Con este documento instituía la “Jornada mundial de los pobres”, que celebraremos el domingo 19 de noviembre.
Ya en los primeros compases del documento nos dice el Papa que el amor a los pobres es “un imperativo que ningún cristiano puede ignorar”, pues “el amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de los pobres”. Añade el papa Francisco que el amor a los pobres no se concreta en las palabras vacías ni en las emociones momentáneas ante una desgracia o una catástrofe, sino en “una respuesta de amor” a la entrega de Jesús por nosotros que, con la gracia de Cristo, se transforma en misericordia efectiva con nuestros hermanos más necesitados, traducida en obras concretas.
Así lo vivieron las primeras generaciones cristianas, haciendo suyas las enseñanzas de Jesús (cf. Mt 5, 3; Hch 2, 45; St 2, 5- 6, 14-17). Pero no siempre ha sido así. En ocasiones nos hemos olvidado de los pobres, a pesar de que el Espíritu Santo siempre nos ha recordado este mandato capital del Evangelio, a través de quienes, como Francisco de Asís, han dedicado su vida al servicio de los últimos.
El Papa nos precave del peligro de pensar que cumplimos el mandamiento del amor con ayudas esporádicas o con voluntariados puntuales, que tranquilizan nuestra conciencia, pero que no nos llevan a un verdadero encuentro con los pobres y a un compartir que se convierta en un estilo de vida. Esto sólo es posible desde la oración auténtica y desde la conversión continua, que nos estimulan a vivir la caridad y el gozo cuando tocamos con las manos “la carne de Cristo” en sus pobres.
A continuación, el Santo Padre nos dice que si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres. Cita el Papa estas palabras de san Juan Crisóstomo: “Si queréis honrar el cuerpo de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras que fuera del templo descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez”. Concluye el Papa: “Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades”.
Habla después el Papa de la virtud de la pobreza, que lleva consigo el desprendimiento de las cosas materiales y la austeridad en el uso y disfrute de los bienes, compartiendo con los pobres no sólo lo que nos sobra, sino incluso aquello que estimamos necesario. Nos llama el Santo Padre a hacer una “opción fundamental” por los pobres, a amar eficazmente a los más necesitados, a escuchar su grito y a comprometernos para sacarlos de su pobreza.
La realidad de la pobreza en nuestro mundo compromete nuestra vida, con frecuencia demasiado cómoda. No nos quedemos paralizados o resignados, como si la pobreza en el mundo fuera un mal fatal contra el que no podemos luchar. Impliquémonos con generosidad sin poner condiciones.
La decisión del Papa de instituir una Jornada Mundial de los Pobres, quiere espolear nuestra conciencia un tanto adormecida y estimular nuestro compromiso. Sugiere el Santo Padre que en la semana previa a esta Jornada se organicen encuentros de solidaridad y ayuda concreta; que como signo de la realeza de Cristo, se invite a los pobres y a los voluntarios a participar conjuntamente en la Eucaristía que celebraremos el domingo siguiente, en el que recordaremos que la iglesia debe ser en el mundo “el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.
A todos nos pide Francisco que colaboremos en la institucionalización de esta Jornada, para que se convierta en un fuerte llamamiento a nuestra conciencia creyente, pues los pobres nos permiten entender el Evangelio en su verdad más profunda. “Los pobres —termina el Papa- no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio”.
Quiero recordar algo que a todos nos debe quitar el sueño: Sevilla capital tiene el triste privilegio de poseer tres de los cinco barrios más pobres de España, que son cinco de los quince barrios más pobres de la Unión Europea. A la Vicaría para la Nueva Evangelización, a Caritas Diocesana y a las Delegaciones Diocesanas más directamente concernidas, encomiendo la programación de esta Jornada.
Para todos, y muy especialmente para los pobres y quienes viven más cerca de ellos ayudándoles y sirviéndoles, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan Jose Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla