Cuando comienzan a alargarse un poco más las tardes y la noche echa su manto a una hora levemente más tardía, cuando el frío parece que se disipa casi íntimamente y el calor se esconde en torres, balcones y azoteas, cuando se presiente la llegada de un tiempo nuevo para el que restan tan sólo nueve días, otro año más, Triana se echa a la calle el penúltimo lunes anterior a la Cuaresma para acompañar al Santísimo Cristo de las Tres Caídas en su camino hasta la Real Parroquia de la Señora Santa Ana, donde tendrá lugar su solemne quinario.
Tras la celebración de la santa misa en la capilla de los Marineros, poco después de las 20 horas, el cortejo con cien hermanos portando cirio iniciaba su recorrido, cruzando el Señor el dintel de su templo ante la muchedumbre que se congregaba a su alrededor. La asistencia de fieles ha sido algo mayor que años atrás. El buen horario del culto y las agradables temperaturas contribuyeron a ello. Emocionante el discurrir del Cristo por Fabié, hermoso su paso por Rodrigo de Triana y masiva la calle que lleva su nombre hasta Pelay Correa. Y en la casa de su Abuela no cabía un alfiler. Allí las tres hermandades de gloria, la Divina Pastora, el Carmen y Madre de Dios del Rosario, recibieron a la hermandad y con ellas se rezaron las últimas estaciones de un vía crucis que en torno a las 21:30 horas culminaba.
Una vez más, Triana, y con ella Sevilla, ha dado testimonio del hondo sentir devocional que genera aquel que le pone alas de amor a su barrio para guardarle un sitio en la gloria.